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Las obras de restauración en la iglesia de Tagarabuena descubren pinturas murales Concluye la campaña de la Escuela de Madrid en la que 40 alumnos han trabajado en el retablo mayor del templo y en piezas de Sancti Spiritus VOTE ESTA NOTICIA Tres alumnas de la Escuela de Restauración de Madrid con una de las piezas. M.C. La Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid concluyó el pasado fin de semana la campaña que lleva a cabo en Toro cada año, promovida por la Fundación González Allende. Tras las intervenciones, la iglesia de San Juan Bautista de Tagarabuena presenta un nuevo aspecto interior, ganando en amplitud y luminosidad, gracias a la intervención que se ha realizado en su retablo mayor y en el suelo, pues ahora brillan los dorados y los colores vivos del retablo, y se puede contemplar el solado de piedra blanca que permanecía oculto bajo una tarima de madera. También se han rehabilitado las pinturas murales de la bóveda del presbiterio, de las que apenas se conservaban algunos vestigios, así como el marmoleado del sotabanco. Estas intervenciones, además, no estaban previstas al inicio de la campaña, sino que se han efectuado al encontrarse con la posibilidad de reintegrarlas, una vez comenzado el trabajo. El coordinador de la campaña, Iván López Rodríguez, ha resumido las obras que se han ejecutado durante el mes que ha durado el trabajo, que han consistido en la restauración del retablo mayor, de las pinturas murales de la bóveda del presbiterio, del marmolizado del sotabanco, de varias tallas, y en el descubrimiento del solado de piedra blanca de la iglesia de San Juan Bautista de Tagarabuena, así como de la recuperación de cuatro aliceres pertenecientes al artesonado del Monasterio de Sancti Spiritus. Por lo que respecta a la restauración en la iglesia de Tagarabuena, las pinturas murales de la bóveda que cubre el presbiterio se hallaron encaladas y, tras un desencalado mecánico a bisturí para sacar la pintura que había debajo, se observó que se conservaba muy poco de la policromía original. Basándose en las partes conservadas, los alumnos saturaron el color para recuperar el original y poder realizar una reintegración cromática. López explica que han hecho un estarcido para que se puedan diferenciar las partes originales de las restauradas. En cuanto al sotabanco del retablo, presentaba unos marmolizados rojos y verdes «muy malos, muy burdos», repintados hace poco tiempo, en los cuales realizaron unas catas y comprobaron que no había nada original, por lo que «lo hemos dignificado un poco», retocando lo que había. Con respecto al retablo, cuya restauración se inició el pasado año con la recuperación de cuatro tablas y cinco tallas de bulto redondo, este año los alumnos se han centrado en su estructura, mediante un trabajo in situ sobre el retablo a través de un gran andamio de 13 por más de 9 metros. Tras las pruebas de solubilidad se efectuó la limpieza, pues a lo largo de los años se había acumulado el polvo y la suciedad que deja el humo de las velas; además, se había barnizado sobre esa suciedad para intentar refrescar el dorado y los colores, por lo que el barniz tenía la suciedad debajo, a lo que había que añadir más suciedad después de su aplicación. No obstante, López asegura que tanto el oro como la policromía estaban «perfectamente» conservados, «como en pocos retablos». Y lo mismo comprobaron con el estado de la madera, pues la estructura está «muy bien» conservada, ya que se trata de «una madera muy buena que no tiene ataques xilófagos». Una vez el retablo limpio, se ha barnizado para devolverle el brillo, con un barniz no agresivo, además de ser reversible y muy estable en el tiempo. Así, el oro «queda protegido, saturado y brillante». Y en las zonas en las que se había perdido el oro, la carnación o la policromía, los alumnos las han estucado para recomponer el color, también con una técnica que permite distinguir lo reintegrado de lo original. Además, desmontaron el Calvario, dos santos y dos Virtudes del ático, que se han restaurado en el Palacio de Valparaíso, junto con cuatro aliceres del artesonado del Monasterio de Sancti Spiritus, lugar al que se han devuelto, pues se conservan en su museo. También se ha recuperado el suelo original, un solado de red compuesto de granito y de piedra blanca procedente de La Mota del Marqués, según ha explicado el historiador local José Navarro Talegón, quien ha indicado que sobre éste se colocó, hace 58 años, una tarima sobre rastreles de madera, entre los que se puso tierra apelmazada, con la consiguiente proliferación de xilófagos. Aprovechando estas obras, Navarro decidió levantar la tarima, puesto que la piedra, «de gran calidad», se mantenía intacta. El coordinador de la campaña considera que el resultado de la obra es «impresionante», y asegura que «se va a notar mucho», sobre todo porque ahora se cuenta con la referencia de los retablos laterales, que permanecen como antes se encontraba el retablo mayor, retablo que ha definido como «de muy buena calidad, muy bueno técnica y artísticamente, y muy bien conservado». El resultado, según su opinión, es «espectacular», pues ahora «muestra mucho color, con flores azules, rojas, un gran contraste con el oro, un juego muy orgánico de ramas, muchos detalles, pájaros...». Por su parte, el presidente de la Fundación González Allende, José Navarro Talegón, señala que «todo se ha revalorizado ópticamente de una manera impensable», y reconoce que es «una satisfacción» colocar en su sitio el tabernáculo, «la mejor obra» de Bartolomé González Espinosa, que estaba desplazado lateralmente y más bajo. Por tanto, afirma que «no puedo sentir sino una gratitud enorme hacia los alumnos, y hacia Guillermo Fernández, director de la campaña, y su coordinador, Iván López», de quien destaca, además de su cualificación profesional «sobresaliente», otras cualidades, «como su buen carácter y su amabilidad». | ||
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Publicado: 02-08-11 a las 01:04 Asunto: Las obras de restauración en la iglesia  |